Saturday, September 17, 2005

EL QUE TENGA OJOS PARA VER QUE VEA Y SI DIOS QUIERE ENTIENDA

UNO DE LOS GRANDES RETOS
Crecer, crecer y crecer
JUAN MANUEL SANTOS


O crecemos por encima del 4 por ciento o nos quedamos rezagados de por vida.La clave es la productividad. Ojo con lo que sucedió en Valencia (Córdoba).

La apertura económica y todas las reformas de los últimos quince años se hicieron precisamente para que el país pudiera crecer a un ritmo mayor al que traíamos en la década de los ochenta. El resultado –vaya paradoja– ha sido el contrario. En la presente década el promedio de crecimiento apenas llega al 2,8 por ciento, el más bajo de nuestra historia reciente. ¿Qué pasa?


Dos expertos internacionales, los tres más altos funcionarios del sector económico (Minhacienda, Planeación y el Banco Emisor) y cuatro de los mejores economistas que tiene el país, fueron invitados el miércoles pasado a un interesantísimo seminario para discutir la paradoja y responder la pregunta: ¿qué hacer para crecer al 6 por ciento anual?


De por sí la pregunta lleva implícita una primera conclusión. Crecer al 4 por ciento, que es lo que se estima para este año y los venideros, puede ser mucho mejor que el promedio del pasado reciente, pero de ninguna manera es suficiente para lograr salir de problemas y poder mejorar de veras el nivel de vida de la población.


Como suele suceder en este tipo de reuniones, cada experto tiene su propia hipótesis y su propia solución. Esa fue talvez otra de las conclusiones: no hay una receta mágica y cada país debe encontrar la manera de cocinar sus habas, de acuerdo con sus propias circunstancias y limitaciones.


Surgieron, sin embargo, comunes denominadores. El más importante tiene que ver con la productividad. No hay manera de crecer más sin mejorar la productividad de la economía. Desgraciadamente, la productividad en Colombia no ha crecido, o ha crecido muy poco, en los últimos veinte años. Este es uno de los focos donde debemos concentrarnos.


La pregunta obvia: ¿cuál es entonces la clave de la productividad? De nuevo, la respuesta es que no existe una clave sino muchas. La historia muestra claramente que la productividad depende de un conjunto de esfuerzos y de políticas públicas bien aplicadas.


En Colombia, ese conjunto debería incluir: una más efectiva regulación de la competencia, disminución de la creciente y preocupante informalidad, estabilidad de los indicadores macro (el fiscal, sobre todo), mejorar la infraestructura, protección más racional de las cadenas productivas, aumento de la calidad de la educación y adaptarla mejor a la demanda laboral, más estabilidad en las reglas de juego, más comercio internacional, racionalizar la estructura tributaria y, por supuesto, más seguridad y mayor equidad social.

Se hizo mucho énfasis en el pobrísimo nivel de sofisticación y volumen de nuestras exportaciones (per cápita estamos en la cola) y en la kafkiana estructura de los impuestos como limitantes del crecimiento. Y también se reiteró la importancia de tener en cuenta el contexto y la secuencia cuando se introducen reformas, no simplemente reformar por reformar, como tanto nos gusta hacer.


En fin, esta discusión debería convertirse en tema obligado por la importancia que tiene. O crecemos por encima del 4 por ciento o nos quedamos rezagados de por vida en la carrera hacia el desarrollo. Y si nos ponemos de acuerdo en el cómo hacerlo, no es difícil lograrlo.

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ME DA MUCHA PENA pero hay que cortar de tajo, con acciones y no simples palabras, el creciente rumor de que la guerrilla está copando los antiguos territorios donde operaban los paramilitares ahora desmovilizados. Que conocedores del tema como Alfredo Rangel y el General Valencia Tovar hayan coincidido en este punto es muy diciente y preocupante, porque el simple rumor puede convertirse en el talón de Aquiles de la política de seguridad del Gobierno.


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ME DA MUCHA PENA también con el locuaz Contralor Distrital, pero su propuesta de unir a todas las empresas de telecomunicaciones del país sin un socio estratégico es la fórmula perfecta para que todas desaparezcan. El estrepitoso y costosísimo fracaso de OLA es un buen ejemplo de la capacidad de estas empresas para sobrevivir en un terreno tan competido y cambiante.